miércoles, 19 de agosto de 2009

Desgracias del Paralelo.primera parte.

Del amplio muestrario de desgracias del Paralelo, veremos algunas de las que pululan por el bar...Ahí tenemos a Juan Pablo Millón, chófer por cuenta ajena, su escaso jornal no da para muchas alegrías, sin embargo él casi siempre está alegre. Su adicción a la cocaína hace que se pase media vida engañando a su mujer,y la otra media engañándose a sí mismo. Mira de reojo la máquina tragaperras, consciente de que es mejor para él no acercarse. Está la máquina ocupada por Alejandro Magno, ya le ha echado dentro casi la mitad de lo que cobra de jubilación, y estamos a día tres. Su rostro colorado y sudoroso, revela su nerviosismo, le rodean varios oportunistas que esperan a que se le acabe el dinero para perder el suyo. "Iré al cajero si se me termina -piensa- mira que si uno de estos saca el especial...". En aquel preciso momento sale el premio, la sonrisa le llega a Alejandro de oreja a oreja, el dueño del bar recoje las monedas apiladas por decenas encima de la barra con gesto de hastío. Le da los billetes al "ganador", consciente que volveran a sus manos no demasiado tarde, éste abandona el local..."Tampoco he perdido tanto" -piensa el muy imbécil-.

Los oportunistas han desecho el círculo, uno de ellos, echa unas monedas a la máquina "por si acaso", ésta le da un pequeño premio, él sigue jugando hasta que lo vuelve a echar todo...se toca el bolsillo, no le queda nada..."tendría que haberme retirado al principio,cuando ganaba...¿Ahora como le explico a la mujer que no me he cortado el pelo?. Le diré que el barbero no estaba y en paz" -piensa para sí- "mañana te pago la cerveza" -le dice al dueño del bar, que asiente con resignación.

Dos de los que volaban en círculo mientras Alejandro jugaba, deciden unir sus capitales: "Le ha dado el premio mediano al viejo, pero todavía queda el grande" -dice uno- "si le echas diez euros, le echo yo diez más". "Vale" -dice el otro-. Habiéndose justificado el gasto mutuamente, juegan... Uno es el joven empresario Julián Oros, paga a sus obreros tarde y mal, pero como no vienen a éste bar, nadie va a ver como se gasta sus cuartos. El otro es un parado, Pedro Arcas, cobró su subsidio ayer, entre pagar al camello y lo que debía en la taberna, no le ha quedado gran cosa, apenas lo que sisa cada mes antes de llevar el dinero a casa. No ha habido suerte -"¡Menuda hija de puta!" -grita el empresario- la cara del parado, es un poema, tan sólo le queda la esperanza de que el otro le convide. Julián Oros no va a echarle más, bastantes problemas tiene como para calentarse y perder demasiado. "Ponme un cubalibre" -le dice al camarero- "¿quieres tú uno?". -"Bueno"- contesta Pedro, mientras por dentro, intenta cuadrar sus cuentas incuadrables a toda prisa.

Dos mujeres muy bien vestidas, se hacen confidencias en la mesita del rincón; la una es Ana Oñasis, cuando su marido ganaba 200, élla gastaba 250, cuando 300, élla fundía 350, y así hasta ahora. Sus armarios rebosan carísima lencería, su tocador exóticos perfumes, cuyos nombres a duras penas sabe pronunciar; sus paseos con bolsas de las mejores tiendas de moda de la capital, son habituales por la avenida. Cárol Libra, su acompañante, tampoco trabaja, aunque lleva varios años casada, su madre le ha criado a su hijo y cocina para élla, tiempo que "aprovecha" coqueteando por internet con anónimos pretendientes. Posée por todo ello una gran colección de billetes, los gasta estupidamente allí donde sea blanco de las miradas de los hombres, por eso va a las tiendas y mercadillos ceñida a más no poder, marcando..."estilo". Se encuentran ahora las dos con los maridos en casa debido a la falta de trabajo,y su estrés es considerable por distintas razones.
Antonio Pelas entra en el bar, es de muy buena familia, pero como eso no basta para mantener una casa, ha empezado a trabajar muy a su pesar a los cuarenta y tantos. Acostumbrado a los coches buenos, se ha comprado un lujoso todoterreno, es de segunda mano pero nadie lo nota. Viene del taller, donde le han dicho lo que va a costar calzarlo,"¿Y no hay ruedas más baratas?" -le ha dicho al mecánico- "No, éstas son las que tiene que llevar, vaya,no puede llevar otras...". Antonio se rasca la nuca, los niños se le hacen mayores y piden coche, entre eso y la vida de marqueses que hacen, la bolsa empieza a rozar el fondo..."Bueno,va,pónselas".
El mecánico lo ve alejarse, y piensa en cómo y cuándo las cobrará..."Claro -piensa para sí- os comprais el coche para hacer el mierda...".
Cuando Antonio vuelve del baño de empolvarse la nariz, no puede estarse callado, tiene para todos; su voz hueca resuena en el local, es feliz cuando se hace el protagonista.
"Qué, ¿como va?, casi no te veo" -le pregunta a JoseMari Caudales- "Bien...es que estuvimos en Nueva York unos días" -contesta con poco convencimiento. "¡Anda!luego os quejais" -le replica Antonio-. JoseMari Caudales sonrie sin ganas, su reciente empresa va a trancas y barrancas, sin embargo, su mujer planeó las vacaciones. Ahora ya puede decir en la oficina donde trabaja que ha viajado a los Estados Unidos, con el mismo desparpajo del que ha estado en Albacete, pero quedando como una reina ante sus compañeros, que cada año viajan al destino exótico de moda, les guste o no.

Más allá, Lolita Checa y Esmeralda Talón, comparten una mesa que sostiene móviles y bolsos de alta gama; a Lolita no le importa en absoluto a lo qué se dedica su marido, que arrastra pufos de varios millones. Se conforma con poder aparcar su reluciente Mercedes allá adonde vaya, sus tacones de aguja, repiquetean en los parquets más lujosos, aunque a tenor de lo que estira el cuello, tampoco le harían falta. Su marido, como a buen piojo revivido, el tener dinero le ha venido muy grande. Ni controla sus operaciones económicas, que las firma casi siempre junto a putas finísimas. Ni tampoco se controla a sí mismo, con lo que su vida es como el alfabeto Morse: punto, raya, raya, punto; donde el punto es un cubalibre.
A Esmeralda en cambio, sí le interesa su marido, lo cierto es que no comprende porqué la ignora. Con un patrimonio envidiable, le ha dado todo lo que élla podía desear: una gran casa en la finca, un talonario de cheques, dos niños preciosos... Pero nada, sigue siendo una pobre infeliz, se deja llevar por su amiga cuando van de compras y siempre. Pero no porque estén de acuerdo, sino por no ofrecer resistencia, total, en casa tampoco hace nada. "¿Vamos mañana de compras?" -le pregunta Lolita- "Bueno..."-contesta Esmeralda no demasiado convencida-. Le cansa un tanto ir de tienda en tienda con su amiga, que trata a los dependientes peor que a criados para que estén a disposición de sus caprichos. También tiene un poco de miedo de encontrarse al marido en la capital, en compañía de aquellas imponentes mujeres que siempre resultan ser clientas del negocio inmobiliario a las que va a enseñarles un piso.

Fin de la primera parte.

2 comentarios:

pallaferro dijo...

Veo que has inciciado un nuevo blog, con nueva línea, nuevo temario y más "protagonistas".

Enhorabuena y "larga vida" !!!

Un abrazo,

Rubén Oliver dijo...

Hola amigo Pallaferro,sí,hemos inagurado hoy éste pantano,que más bien va a ser una ciénaga.No se lo hemos dicho a nadie,ha sido una ceremonia discreta.El súbtítulo del blog,ya lo dice todo,creo yo.
Gracias por tu comentario y tus buenos deseos.
A ver cómo lo encaro.
Un abrazo.